Almohada y aleteos

La luna mojaba su silueta, el cabello estaba dispuesto de un modo fractal alrededor de su cara empapada en sudor por el esfuerzo de viajar mientras se duerme, los músculos eran cuerdas que estaban siendo tensadas lentamente. Parece ser que estaba teniendo problemas donde nadie conoce, algo había encontrado en el otro lado que la horrorizaba porque negaba la mirada a aquello que se supone estaba viendo. La respiración se le había acompasado con la angustia, mientras con movimientos torpes intentaba deshacerse de unas garras invisibles. Primero un manotazo, seguido de dos patadas de plomo, más un puñetazo que por poco acaba con el tic tac del reloj. Al contacto de los nudillos con la madera dura, la situación cambió allí donde había ido pues las cejas se le arquearon junto con las comisuras de la boca. Justo cuando parecía disfrutar del nuevo paraje, se elevó de la cama donde yacía y cayó violentamente sobre ella como si su cuerpo hubiese adquirido en menos de un segundo la liviandad del helio y la densidad del núcleo. Permaneció inmóvil en el silencio de la noche… un aleteo, dos aleteos… Al tercer aleteo, el esternón quiso huirle del pecho, chocaron las vértebras entre sí, como un xilófono de huesos… Cuarto aleteo … Abrió los párpados y contó con el índice todas las alas que estaban aprendiendo a volar desde el interior de su almohada.

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